El Laberinto

Con los ojos vendados

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Recientemente tuve una actividad en la que debía permanecer con los ojos vendados y experimentar el mundo a través del resto de mis sentidos, siempre tan entumecidos  por la terca  presencia de la vista que a todos los condiciona y a todos los guía, aunque rara vez nos damos cuenta.  Si lo pensamos un  poco, la vista y el oído hacen un formidable equipo que funciona para orientarnos en el mundo y prevenirnos el peligro.

No así el gusto o el tacto que necesitan el contacto para funcionar, que puede llegar a ser un punto a favor cuando de deleite se  trata. Al olfato creo que lo dejaré en medio, como nariz en la cara, porque si bien no necesitamos insertarnos una flor en una de nuestras fosas para saber a qué huele, si puede caber la posibilidad de que oliendo algo este se introduzca en nuestro cuerpo y le haga daño. Es práctico a nivel evolutivo el ir con la vista y el oído por delante, pero por costumbre  nos puede privar de muchas experiencias.

Así como es la vista de dominante, pero igualmente distante, engañar al ojo es tan fácil como peligroso, pues hay cosas que simplemente no se ven pero que si se reflejan en los otros sentidos: he tropezado con comida tan atractiva como insípida, con bellas botellas de perfume que huelen mal, con superficies aparentemente  normales que sin embargo queman, con cantantes tan bellos como desentonados  o como sucedía en “El correcaminos” con caminos que en realidad son montañas decoradas. Y hay quien se sigue así guiándose con lo que se ve y desestimando a los otros sentidos, esto porque somos expertos en simular lo visual por supervivencia, por diversión, por maldad o por marketing.

Si como dice Descartes, los sentidos nos engañan y de ellos debemos dudar  seguramente la vista es la reina de las dudables y ese “hasta no ver no creer” se tropieza con todo tipo de tretas y de farsas y entonces no queda más remedio que aplicar la de Santo Tomás y meter el dedo en la llaga, solo para asegurarnos.

Si bien que se nos “caiga la venda de los ojos” es ver aquello que siempre estuvo ahí pero que nos negábamos a ver y seguir a alguien “con los ojos cerrados” es sumamente cuestionable tal vez en entornos seguros o íntimos tendríamos que dejar descansar los ojitos un rato  y dejar a los otros cuatro hacer su trabajo, solo para variar, seguro que lo que percibimos del mundo, irónicamente se ampliaría.