El Laberinto

El ADN de Flash

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Antes de que sigan leyendo, les recuerdo que los súper héroes no son de mi agrado y me disculpo por el título, que tiene todo el sentido del mundo, pero que se presta a malas interpretaciones. Hecha esta aclaración, vayamos al punto  haciendo un rodeo por  el laberinto, por supuesto.

El habla popular es todo un universo por explorar, uno casi inasible por vasto y cambiante y es que solo hace falta subirse a un camión  o esperar en una larga fila para escuchar todo un mar de expresiones y de formas de pensar en forma de retazos indiscretos y muchas veces descontextualizados.

De entre todo este mar de palabras e ideas, mis favoritos son los modismos, porque son unidades de significado válidos solamente para un grupo que puede ser del tamaño de un país entero o de unos cuantos  amigos,  y porque suelen contener  historias desconocidas para las personas que los utilizan y que retratan el contexto de su origen, incluso cuando se trate de apropiaciones de palabras extranjeras, al ser usadas constantemente cambian no solo de entonación si no que adquieren por asociación nuevos e inesperados sentidos.

Es por ello que considero que los modismos se parecen bastante a una cadena de ADN, es decir en algo aparentemente pequeño y oculto se encuentra una inmensa cadena de relaciones y de información que se expresa ahí, de manera automática y asombrosa. Por eso la lingüística puede proveernos de datos duros y es  tan dura de estudiar (son especímenes tan raros que si te encuentras uno puedes pedir un deseo)

Como no me gusta someterme a la doble tortura de viajar en camión sin mis amados audífonos y rara vez hago filas (no me envidien) y porque además no quiero incurrir en la perogrullada de explicarles un modismo mexicano que todos conozcamos, recurriré a una fabulosa página  llamada  “La gente anda diciendo” en la cual se rescatan comentarios emitidos por personas comunes  en espacios públicos de las calles argentinas junto con el contexto en el que se escuchó y la edad de los interlocutores.

De entre todos los modismos que he leído ahí, hay uno que llamó mi atención porque considero que sería un excelente préstamo para nuestro vocabulario,  se trata del término  “flashear”, adaptado del inglés, donde justo significa imaginarse algo súbitamente y que los argentinos utilizan como adjetivo “que flashero” o como verbo “Es que boluda, hay flacos que se flashean que flasheamos”.

Como primera interpretación  está la de alucinar, es decir percibir como reales cosas que no lo son, desde armarnos películas con respecto a algo o alguien o tal cual ser engañados por nuestros sentidos, lo cual es bastante  aproximado a su otro sentido que es  interpretar de forma errónea una situación, que si existe pero que no es lo que pensamos, por último se utiliza para describir cosas que si son reales pero que parecen  improbables o disparatadas.

No deja de ser curioso que se utilice la misma palabra para lo alucinante que puede ser ver lo que no existe, hacer una interpretación inexistente de lo que si existe o sorprendernos ante la existencia de algo y todo, con buena compresión se resume a una sola palabra. Esto sí que es un súper poder.