El Laberinto

Ahí no es (o la anecdótica reflexión sobre los lugares correctos)

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Supongo que todos, a menos que sean personas muy precavidas, muy pesimistas y en fin de aquellas que describí hace algunos laberintos, tienen alguna historia donde llegaron de forma puntual y correcta, pero… al lugar equivocado o terminar en el lugar correcto contra nuestra voluntad y tristemente no tenemos el don de la ubicuidad, por lo que estando ahí tenemos varias opciones para resolver o para salir lo menos raspados posible, también dependiendo de cuán urgente y necesario era estar en el lugar correcto.

Empecemos por los casos en los que es indispensable:en una ocasión estuve formada mucho tiempo en una cola muy larga para algún trámite, que en este momento no puedo recordar (disculpen ustedes mi memoria suele editar lo feo), y al llegar al final resultó que no era la ventanilla adecuada, así que todo mi tiempo y esfuerzo no habían válido nada, simplemente no iba a obtener de ese sitio lo que yo estaba buscando y no quedó más que cambiar de sitio y esperar de nuevo, tratando de recordar cómo se reza un rosario para que no cerraran antes de terminar la segunda fila. Debemos pensar que muchas veces tomamos también cosas que no son obligatorias como tener pareja o estudiar una carrera como si lo fueran y a veces nos aferramos a ellas aunque  sepamos que no funcionan, cuando probablemente la ventanilla correcta está justo a un lado y no siempre estará abierta.

En otra ocasión, esta vez por diversión, me gane boletos para un espectáculo de flamenco en el Centro cultural del Bosque (en Chapultepec) y asistí con vestido de lunares y flor en la cabeza, pero a la Casa  del lago. Terminé con mi pinta flamenca en un evento de yoga con mandalas, pero la buena disposición de los asistentes para recibirme e integrarme me hizo disfrutar bastante el momento. Fue interesante porque conocí un mundo al que nunca me hubiera asomado por mi misma además que algunos ejercicios lucían muy majos en vestido. Pero de todos modos me perdí mi evento. Es como deberíamos tomar en realidad las cosas que no son obligatorias, es decir fluir y aprender y sacarle jugo a las circunstancias cualesquiera que sean, sin olvidarnos de lo que en verdad deseamos y aprendiendo a disfrutar los trayectos.

En otra historia, yo tenía un concepto pésimo de los turnos vespertinos y cuando me asignaron uno en el bachillerato, decidí hacer todo lo posible por cambiarme de ahí… Cosa que nunca sucedió porque en ese tiempo conocí a algunos de los mejores amigos de la vida y entonces el turno ya no era importante para mí. Tenía la obligación y estaba en el lugar correcto aunque no quería estar ahí, pero terminé haciendo de ello un gusto. Supongo que aquello de los lugares correctos, salvo cuando se trata de trámites, es una cuestión de percepción, el lugar correcto finalmente es aquel en el que te sientes mejor.