El Laberinto

Presión, presión

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Protocolo para salir, meter en la bolsa teléfono, cartera, llaves, pañuelos desechables, gel antibacterial, suéter por que con este clima no se sabe, revisar que en casa no se queden las ventanas abiertas, los gatos sin comida, el gas o el agua fugándose para provocar una catástrofe, ya en el espejo más cercano a la puerta verificar al  que el aspecto no sea tan desagradable, bajar algún mechón rebelde o quitar los restos de pasta dental de la comisura de los labios. Cerramos con llave y estamos en la calle, de pronto sientes miradas de odio expresivamente colocadas sobre bocas y narices cubiertas. Demonios se me olvidó el cubrebocas.

Vamos de regreso, buscar las llaves que aman viajar hasta el fondo de los bolsos, fenómeno que atribuyo más a las ganas de provocar el caos que a su dominante peso y el efecto de la gravedad.

Tomar el cubrebocas, sobar al minino, que estaba feliz de tu regreso, para que sobrelleve la pena de las falsas esperanzas, volver a ponerle llave a la cerradura y ya de nuevo en la jungla a ver ojitos empáticos al saber que compartes el sofoco y la preocupación por uno mismo y por los demás que es norma en estos días, sonrío debajo del cubrebocas pensando que aunque hubiera dejado la mancha de pasta dental, nadie la habría visto.

No estoy diciendo que no crea en el virus, bastantes vidas cercanas ha tocado ya, o que me guste ignorar las medidas básicas de prevención, que considero indispensables (soy despistada y quienes me conocen saben que me saldría hasta sin cabeza de no tenerla sujeta al cuerpo), solo creo que a todo lo necesario y creíble que se ha vuelto todo, se le ha sumado la presión del resto para comportarnos como se debe y en este caso lo aplaudo.

La pavorosa presión social que ha hecho que muchos oculten sus verdaderas pasiones, que ha guiado a tantos por caminos convencionales desprovistos de emociones o realización, esa que lleva a los adolescentes a los vicios y a los adultos al más absurdo aburrimiento, es en última instancia también un mecanismo de preservación social y es por ello que la podemos catalogar como una cuestión sumamente conservadora, pero tiene su lado amable y este consiste en  permitir que conductas dañinas, por más repetidas y aceptadas que hayan estado durante mucho tiempo, no se sigan reproduciendo impunemente.

Y aquí  me refiero a alcances mucho más amplios que el salir con bien de la pandemia. Más bien salir del racismo, el clasismo o el machismo por que ya hemos visto que la presión sobre conductas así ya no están siendo tan celebradas. Sueño con un día en el que pueda salir tranquila, sin cubrebocas y también pensando en que el que me da mi comida se lava las manos, pero el verdadero paraíso vendrá cuando podamos presionar al que discrimina o al que acosa o al que violenta y nos sea tan visible como el cubre bocas. Espero sea pronto.