El espacio de Escipion

El sueño de Andrés Manuel para el mundo

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El pasado martes 9 de noviembre de 2021, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, arrancó una nueva etapa en su carrera política: la internacionalización.

Después de negarse a participar en las últimas asambleas generales de la Organización de las Naciones Unidas, de las cumbres del G-20 y de otras reuniones internacionales, decidió a la mitad de su mandato dar el brinco para exponerse en la vitrina donde aparecen los grandes líderes mundiales.

Este nuevo brinco en su carrera política la calculó con tiempo y, como buen político tabasqueño, consideró que estaba sólido su liderazgo nacional y podría enseñar al mundo su músculo, su fórmula para ser popular y, por supuesto, las ideas que considera servirán de ejemplo para los demás países para superar pobreza, diferencias sociales, reforestación y pacificación ante la violencia desatada por efectos del neoliberalismo.

Cuando fue invitado por Graco Ramírez a ser candidato del Frente Democrático Nacional al gobierno de Tabasco, según consta en sus memorias, consultó con su principal mentor, Ignacio Ovalle Fernández, con su esposa Rocío Beltrán y un pequeño grupo de tabasqueños si debía o no aceptar la decisión de saltar a la oposición, lo cual sucedió cuando los partidos de izquierda ya tenían registrado a su aspirante. Lo mismo ocurrió en 1996, mediante asamblea al PRD estatal pidió permiso a los perredistas tabasqueños para dirigir nacionalmente al partido. Algo similar ocurrió cuando regresó al DF para ser candidato a jefe de Gobierno. Sin embargo, cuando ya había relegado a Cuauhtémoc Cárdenas, se negó a una consulta interna para la candidatura presidencial. A diferencia de otras ocasiones, ahora en su discurso ante el Consejo de Seguridad de la ONU, ya no consultó ni pidió permiso a nadie.

Todo hubiera sido perfecto para su lanzamiento internacional. Nada le hubiera impedido atraer los reflectores y estar en condiciones de hacer el llamado a las naciones más poderosas y a los grandes capitales transnacionales para convocarlos a adoptar sus programas modelo y a aportar con recursos económicos para echarlos a andar. Hubiera sido una coyuntura de impacto y excelencia para un presidente mexicano, de no ser por el canibalismo morenista, en el cual las tribus llamadas “puristas” hicieron un festín para hacer cadáver político a Santiago Nieto Castillo.

Por supuesto, el desquiciamiento de las redes sociales y quizá no pocos asesores presidenciales le aconsejaron la destitución del poderoso titular de la UIF porque se contraponía al mensaje central del presidente Andrés Manuel en el Consejo de Seguridad de la ONU: la corrupción como origen de la desigualdad, la exclusión social y la inseguridad, sobre todo, el impacto negativo que tuvo por la pandemia de casi dos años que azotó al mundo.

De cualquier forma, lo importante ocurrió: el discurso de López Obrador en la ONU se dejó escuchar y allí arrancó la nueva etapa de su sexenio, pues con esta salida habrá otras más para convencer del cambio de modelo económico, del respeto a las soberanías nacionales y la recuperación del Estado de bienestar. Si en sus discursos tabasqueños AMLO creía ser émulo de Carlos Madrazo Becerra y Tomás Garrido Canabal, y con el liderazgo nacional compararse a Juárez, Madero y Cárdenas, ahora con el foro de las Naciones Unidas sus íconos son José Martí, Franklin Delano Roosevelt, Simón Bolívar y José María Morelos y Pavón.

La historia de este discurso comenzó el pasado 15 de octubre, cuando la representación de México el Consejo de Seguridad ya había presentado una nota conceptual sobre el tema exclusión, desigualdad y conflictos. Andrés Manuel remarcó el tono altermundista y antisistémico de su origen político, acusando al neoliberalismo y todos sus males como provocador de las desigualdades, la corrupción, la evasión fiscal y el lavado de dinero internacional, como factores que provocan la desigualdad, la pobreza, la migración, la inseguridad, la violencia y conflictos sociales.

López Obrador hizo suyos varios llamados anteriores para mitigar la pobreza en el mundo y acabar con la desigualdad como origen de todos los conflictos. Por ejemplo, citó el espíritu fundacional de la ONU, al derecho a una vida libre de temores y miserias según Franklin Delano Roosevelt, pero olvidó dos figuras centrales. El principal: Luis Echeverría Álvarez, presidente mexicano también, quien impulsó la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados, que además sí fue adoptada por el organismo y creó un compromiso entre naciones de todo el mundo para atender la emergencia de los países más pobres.

El segundo, sin duda, Fidel Castro, en su discurso de 1979, quien hizo un llamado similar: “Sé que en muchos países pobres hay también explotadores y explotados. Me dirijo a las naciones ricas para que contribuyan. Me dirijo a los países pobres para que distribuyan. ¡Basta ya de palabras! Hacen falta hechos. ¡Basta ya de abstracciones! Hacen falta acciones concretas. ¡Basta ya de hablar de un nuevo orden económico internacional especulativo que nadie entiende! Hay que hablar de un orden real y objetivo que todos comprendan”.

Con Andrés Manuel escuchamos un discurso reiterativo de lo que ha venido realizando su gobierno en México, enfocando políticas públicas para los pobres, acabar con el desempleo, incorporación a los jóvenes al trabajo y al estudio, la descomposición familiar. Olvidó que fue Gabriel Zaid quien hizo el llamado para que se dé dinero a los más pobres, pero sin clientelismo ni estructuras condicionantes.

La propuesta del Plan Mundial de Fraternidad y Bienestar como fórmula para hacerla llegar el subsidio a los más pobres del mundo, tiene la virtud de que da las ideas que cimienten un programa permanente, muy similar a la fórmula de bienestar en México de la 4T. Una inversión de un billón de dólares anuales; 4% de los ingresos de las personas más ricas del mundo; 4% de los ingresos de las mil corporaciones más grandes y 0.2% del PIB de cada país del G20.

No se sabrá sino hasta unas semanas después si este llamado tenga eco o al menos sirva para una nueva Carta para que la ONU la acepte. O bien, quizá pase otra vez a quedar relegado, como el llamado que ha solicitado a los Estados Unidos para que adopte un “Plan Marshall” para Centroamérica que amortigüe las oleadas de migrantes que buscan al norte. Con justa razón, Andrés Manuel ha dejado entrever que la raíz de la crisis humanitaria que actualmente padece Centroamérica tiene mucho que ver con el intervencionismo político y militar estadounidense y sus aliados en largas dictaduras en la región.

En 1976, Luis Echeverría Álvarez fue nominado para recibir el Premio Nobel de la Paz de ese año. Al igual, aspiraba a pasar a la historia y creía que podría ser Secretario General de la ONU una vez que ganara el Premio Nobel, pero Echeverría cometió un grave error: sentirse intelectual y filósofo, olvidó que su pasado lo condenaba (el 68 y el 71, además de la guerra sucia contra la guerrilla) y confundió al sionismo con el racismo, lo que disgustó a muchos gobiernos de las naciones más poderosas.  Sólo el tiempo lo dirá si hay eco para este llamado, o podría quedar como Echeverría o, bien, como Fidel Castro quien desde 1960 hizo la mejor y más fundada crítica al modelo capitalista.

Quedará aún tiempo para que los Estados miembros de la ONU, sobre todo los cinco poderos integrantes del Consejo de Seguridad, si hay o no voluntad para implementar el sueño de Bienestar de Andrés Manuel López Obrador para el mundo. Y ya veremos si el mexicano da un nuevo brinco en su liderazgo ascendente desde 1988 hasta este 2021.

Contacto: feleon_2000@yahoo.com