El río de las letras

Algo de libertad

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Miraba a las personas a través de la ventana del autobús camino al trabajo. Caminaban por la calle sin prisa y quería saber lo que se sentía ser tan libre. Me bajé en la siguiente parada y comencé a caminar sin rumbo, no sabía qué hacer ni a dónde ir, no sabía nada, solo quería ser libre. Tomar la decisión de bajarme del autobús y faltar al trabajo fue mi único segundo de libertad, el resto fue solo una ilusión que me costó un día de salario.

* * *

No puede ser. Me siento frente a la página en blanco y no hay nada que quiera escribir; nada relevante, profundo, cómico o trágico, nada interesante. Las páginas en blanco son mis enemigas y a veces ellas ganan; quizá hoy vuelvan a ganar porque escribo algo y de inmediato lo borro, aquello no era lo que quise decir. Podría escribir una canción, pero las canciones no son lo mío. ¿Una historia? Mmmm… quizá. Me han pedido últimamente muchos cuentos y me desespero tanto porque mi mente está en blanco, igual que la hoja. No quiero, pero tengo que confesar que desde que encontré a alguien con quien compartir mis días, se me han ido muchas ideas de la cabeza. Es mejor la soledad en ese aspecto, la soledad y la desilusión. No sé dónde escuché decir que de los buenos sentimientos nace la mala literatura; no puedo evitar tener buenos sentimientos. Quizá hoy en la tarde discuta con mi novio para sentirme triste y escribir algo que valga la pena leer.

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Siempre tengo el mismo sentimiento, pero algunas veces apenas se percibe y otras, como hoy, me desborda el propio cuerpo y me envuelve lleno de rabia. Me dice «vete» y quiero irme; me dice «hay algo mejor» y sé que lo hay. Pero la mente calla al sentimiento y lo hunde en un silencio tan profundo que lo aniquila.