El Laberinto

Reventar como cohete

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(Foto: Especial)

Los cohetes son una pieza importante en las fiestas católicas  mexicanas pues  cubren por sí solos la función de las campanas al convocar a las multitudes y despejar el ambiente de malas vibraciones, la de las hogueras al alumbrar las fiestas y la de los inciensos al elevar sus plegarias, son entonces invitación, rezo, ofrenda  y celebración, son hermosos y alegres… pero ¡ay de ti! si te toca uno cerca. Me consta su poder destructivo porque en las celebraciones del día de la virgen de hace algunos años un pobre San Juditas de yeso perdió la cabeza en este trance.

Será por conocer tan de cerca el poder destructivo de los cohetes, supongo que no tanto como José Clemente Orozco quie perdió una mano con pólvora, que a pesar de que disfrutaba detonándolos cuando era niña en las fiestas patrias y en las posadas le tengo un miedo irracional a tales artefactos explosivos y huyo, como si de la peste se tratara, de los  “toritos”.

El torito, aquel pequeño artefacto que comparte su tamaño y su destino (achicharrarse)  con el “Torito” de “Ustedes los ricos” es un armazón de metal cubierto de ardiente pirotecnia que persigue o es perseguido por los convidados al festejo que no prefieran “ver los toros desde la barrera”. Esta singular e intrépida modalidad pirotécnica es también una ofrenda y una prueba de fe para los que interactúan con él, si crees no te quemas… dicen.

Los mexicanos de fiesta somos como los cohetes nos dice Octavio Paz,  espectaculares  y escandalosos pero bastante peligrosos, tal vez acercarse a nosotros en plena fiesta también sea una prueba de fe hacia nuestro buen corazón aunque en ese momento estemos fuera de nuestros cabales. La pólvora, y eso no hay que olvidarlo, sirve para los cohetes pero también para las armas, tal vez somos tan apáticos la mayoría del tiempo porque ya invertimos nuestra ración en festejar. ¡aguas con acabar  como el “Torito”! Que hay muchas formas de quemarse.