El Laberinto

El futuro siempre nos sorprende

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Nuestra realidad es absurdamente impredecible y aunque existen ciertas acciones que aumentan las posibilidades que lleguemos a una u otra conclusión, como manejar en una motoneta a ciento cincuenta kilómetros por hora o no prender un solo cigarro en toda la vida, aún cabe la posibilidad de que el conductor intrépido llegue con bien a su casa y que el sano no fumador muera de cáncer de pulmón a los cuarenta.  

Supongo  que como un sistema complejo consta de muchas más variables de las que puedo imaginar, pero las fuerzas más notables son la social, la natural y la individual,  todas cruzadas de manera transversal por una dosis tan alta de azar que no nos dejaría dormir y entrelazadas entre sí interactuando en diferentes proporciones, donde a veces gana alguna y otras se juntan para llegar a resultados impactantes.

Tenemos, tal vez por salud mental pues estarse imaginando todo el tiempo que no importa lo que hagamos, las condiciones sociales, naturales y el azar juegan un papel enorme en lo que obtengamos, una percepción bastante equivocada de todas las variables, que ahora repasaremos.

En la parte social, es muy humano es pensar que todo lo bueno y malo que les pasa a los demás es una consecuencia natural de sus acciones, que la tragedia es provocada por las malas acciones y que el éxito siempre viene detrás de un arduo trabajo, de una bondad superior. Para los casos en que las pruebas indican lo contrario, es decir donde vemos al intachable sufrir o al malvado triunfar, entonces apelamos al ente sobrenatural, llamémosle dios, llamémosle karma, que acabará equilibrando estos errores del sistema y reparando el sinsentido. Esta creencia nos da la impresión de que todo es como debe de ser y por lo tanto inhabilita nuestro poder de cambio y nos hace ciegos a la injusticia.

Por otro lado, trasladamos nuestras historias de superación, de buena voluntad y fábulas de esfuerzo a  las cuestiones naturales y solemos disociar causas y efectos para acomodar las circunstancias a nuestro favor, pensamos que podemos adelgazar bebiendo limón en ayunas, que el cáncer se cura con fe y que un amuleto nos va a proteger del mal, sin contar que humanizamos a la naturaleza y le atribuimos sentimientos o actitudes que solo existen entre nuestra especie, pues lo natural es amoral. Lo cierto es que si siembras zanahorias, aunque sea por accidente, saldrán zanahorias, no hay más.

Sobre la cuestión individual, nos creemos menos producto de nuestro tiempo y contexto de lo que en verdad somos, consideramos que podemos vencer los obstáculos impuestos por lo social, que las sorpresas que nos depara lo natural y azaroso no nos van a tocar a nosotros  pero además, tendemos a tomarnos como el parámetro infalible, para nuestra fortuna o desgracia nos sentimos socialmente únicos y biológicamente estandarizados y ambos son una falacia que hace que la medicina falle, que no sintamos empatía y que nos demos el permiso de romper las  reglas. Al momento de ser desdichado también es bastante pesado, pues nos posicionamos como artífices de nuestra desgracia, como los únicos que sufren o que se siente de un modo en particular.

Naturalizar lo humano, humanizar lo natural, individualizar lo general, generalizar lo individual y terminar por no entender nada y atribuírselo al azar, tal vez por eso el futuro siempre nos sorprende.