El Laberinto

Comemos

Compartir

Diciembre para mí, más que regalos o fiestas, me sabe a comida: a esa que hacemos para calentarnos en nuestro más bien flexible invierno, a la que preparamos una vez al año por que es cara y rebuscada o a aquella que como el ponche o las mandarinas más jugosas nos llega por temporadas y tal vez, aparte de los proyectos no logrados y las sillas vacías, es la causa de esa nostalgia que se nos cuela a pesar de todos los foquitos y adornos que ponemos para distraernos y para intentar ahuyentarla, como el frío que se mete por la mínima rendija de una ventana.

Construimos todo un universo alrededor de lo que comemos, de lo que bebemos o será que aquellos universos que tenemos, algunos muy personales, requieren sus propias costumbres y creaciones para estar completos, lo cierto es que la comida es mucho más que un montón de ingredientes y procedimientos, es lenguaje, es memoria, es identidad y además es una máquina del tiempo y me atrevo a decir que hasta una especie de ouija que nos comunica con aquellos que no están ya o que nos confirma que no los hemos perdido del todo mientras podamos evocar aquello que nos hicieron sentir. Y es que la memoria es traicionera y selectiva, supongo por cuestiones de espacio y de salud mental, pero los sentidos son infalibles gatillos conectados al fondo del archivo, al centro de nuestros corazones.

Al pensar las cosas así, entiendo a quienes viven lejos y sufren consiguiendo los ingredientes para preparar la comida con que crecieron, a las abuelas que llevan cincuenta años preparando romeritos para la cena de Nochebuena, a los que siguen regresando a su puesto de confianza a comer tacos aunque se hayan ido al otro lado de la ciudad, al crítico de Ratatouille que adoró un simple plato de verduras al horno (para nuestra sazón rococó muy simplón) o a mi misma visitando lugares y recreando guisos para sentir, como todos los que mencioné arriba, la presencia de mis seres y lugares perdidos, incluidos los que éramos nosotros en otros momentos.

Dicen que somos lo que comemos y en forma biológica es completamente real, es materia prima y combustible del cuerpo el principal responsable de su salud siendo entonces curiosos que nosotros hacemos la comida y ella nos hace a nosotros, pero también somos los que comemos y como tal, obedecemos a razones mucho más profundas que la simple subsistencia.